Hoy en día existen 2 tipos de palomitas en nuestras vidas: las del cine y las del microondas. Hemos dejado atrás esos días en los que pedías desesperadamente a tu mamá que comprara bolsas de maíz para poder hacer las palomitas en una olla y escuchar cómo iban tronando los granos uno a uno.
Si hiciéramos un cuadro comparativo entre las palomitas caseras, las de microondas y las del cine, no habría competencia alguna. Las de casa se llevarían de calle en cada una de las categorías a las otras dos, empezando por la cantidad de sal y conservadores que tienen.
El indicador más claro para poder «distinguir» la calidad de las palomitas que estás comiendo son tus dedos. ¿Has notado cómo quedan después de comer palomitas de microondas? No se puede decir que es solamente grasa, ya que queda una especie de película delgada en nuestras yemas que tarda un par de lavadas de manos en irse. Este, precisamente, es el problema de estas palomitas, que al ser envasadas en una bolsa al vacío para poder encerrar los granos herméticamente y cocerlas en un par de minutos, se llenan de sal y conservadores que además, nos provocan una especie de «adicción» y hace que no podamos parar de comerlas.
Las palomitas del cine no tienen tantos conservadores ya que se hacen a partir de una olla con aceite y grano natural, sin embargo, la gran mayoría de las veces se les pasa la mano con el aceite y, nuevamente, con la sal. Pese a esto, es mucho más sano comer palomitas del cine que de microondas.
Las palomitas caseras prácticamente no tienen grasa (hoy por hoy se pueden cocer hasta con aceites en aerosol) y la sal (por más que se nos pase la mano) jamás será como las otras, por lo que, sin duda es la mejor opción.
Hora de volver a lo básico y recuperar la tan bonita (y sana) costumbre de que tu casa huela a palomitas recién hechas.
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