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«Soy mi madre» por Rodrigo Nivonog

by • 23 agosto, 2013 • COLABORADORESComentarios desactivados en «Soy mi madre» por Rodrigo Nivonog5784

 

¡Otro estreno más esta semana! Hoy  es el turno de Rodrigo Nivonog quien estará a cargo de la nueva columna «Soy mi madre».

Esta es su primera entrega titulada «Madre santa».

 

MADRE SANTA

por: Rodrigo Nivonog

 

Madre santa, que estás en el cielo…

Mi madre es “folclorita venceremos”; una pequeñoburguesa que vive al sur de la ciudad de México y decora sus paredes con tejidos indígenas y piezas de barro negro y rojo en honor de su tradición huelguista y no sindicalizada. Adolescente durante los 70 y estudiante del freyre -escuela formadora de cuadros políticos fresocialistas y posteriormente frezapatistas- dedicó su vida a luchar por la igualdad de los pueblos originarios de nuestro país desde la comodidad de una oficina en San Ángel.

 

…Santificado sea tu nombre…

Pero no por rojilla dejaba de ser madre. Me acostumbró a llevar siempre una chamarra bajo el brazo sin importar que fuera la tarde más calurosa del verano, a probar la comida antes de decir que no me gustaba y a preparar huevos estrellados sin patadas en la entrepierna. Mi madre, como buena hija de la guerra fría, predicaba lo indispensable de saber cocinar un huevo, lavar la ropa y limpiar un colchón de garrapatas, pues nunca se sabe cuándo al gobierno gringo se le bota la canica soviética y nos vemos envueltos en un invierno nuclear después del apocalipsis atómico. (Evidentemente manejar autos con metralletas automáticas como en Blade Runner estaba fuera de la discusión).

 

…Vénganos tu reino…

A la hora de la comida se discutía por qué el neoliberalismo salinista nos iba a destruir a todos y, en la misma tónica, crecí con una excomunión hogareña a todo aquello que saliera de una pantalla, especialmente los videojuegos. “Deja esas pantallitas”, decía mi madre cuando me veía con mi game boy gris en el auto, en la casa, en el avión o en el cumpleaños de mi abuela plagado por sus amigas del club. Lo hacía sin prever que diez años después nuestra vida giraría en torno a rectángulos brillantes que nos acompañarían a todas partes y vibrarían para llamar nuestra atención. Cabe añadir que hoy mi madre tiene una afición por Plants Vs Zombies, para regocijo del autor.

 

…Hágase tu voluntad tanto en la tierra…

Y así llegamos al momento en que me hice adulto contemporáneo, dejé el nido y comencé a amueblar mi casa. disfruté la libertad de todos sus tabúes; puse un proyector enorme en mi sala para jugar Xbox, compré un game boy 3D, salí sin sweater cuando hacía calor, dejé de preocuparme por la amenaza nuclear (… bueno, casi). Yo era yo y podía decorar mi casa como yo quisiera.

 

Como en el cielo.

Embriagado de libertad, caminaba por un mercado oaxaqueño, cuando vi esos jarrones de barro rojo con uniformes volutas y de alborozado brillo. De inmediato supe que debía de comprarlos… No, no me expresé bien: TENÍAN qué ser míos, LOS NECESITABA. Sin pensarlo dos veces los pagué, los envolví, los guardé en la cajuela y durante la carretera procuré no ir muy rápido, no fueran a encapricharse durante una curva cerrada y reventar en mil pedazos contra la pared interior de mi auto.

Hoy lucen sobre mi alacena altivos, como trofeos de mi formación folclorita. Yo cada vez que los veo, orgulloso de mi fracaso como intelecto autónomo, repito entredientes cual oración en carnaval: “dios santo, soy mi madre”.

 

 

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