El despertador y yo no somos amigos. Lo odio muchísimo cada que el desgraciado suena y él me odia un tanto más cuando lo mando a callar sin hacerle caso. Soy una persona que aprecia todas y cada una de las horas que duerme. Creí que al haber terminado la secundaria, la preparatoria y la carrera ya me iba a poder librar de tener que pelear con aquél que sonaba antes de que el sol siquiera asomara un rayito.
Pues no, resulta que mi vida está destinada a tener que empezar el día temprano. Y creo que hoy acabo de descubrir la belleza en ello. Por enésima vez, he empezado a correr en las mañanas. Seis cuarenta y cinco de la mañana, mi mejor enemigo suena, le digo que me dé otros cinco pero me contesta que no me los merezco -él mejor que nadie sabe cuántas veces esos cinco minutos se han convertido en dos horas-, me levanto todavía en la oscuridad, me pongo los nuevos pants que compré y agarro una manzana.
Acabo de descubrir lo mío: ir a correr al parque y saludar a los viejitos que caminan en grupo, esquivar a los perros que salen despavoridos en cuanto les quitan la correa, pisar las hojas de árbol que caen o pensar en el delicioso tamal que me echaré después de corr… eso no. Qué democrático es el parque, me gustó ver a tanta gente diferente, me sentí normal y aceptada de ir a correr ahí. Perseguir una ventana en una caminadora por cuarenta y cinco no es lo mío. Tampoco lo es ir a un gimnasio todos los días a presumir los abdominales que no tengo.
Apenas hoy es el primer día, peeeero puedo decir que me siento muy orgullosa, ¡ahora no puedo esperar a que sean las nueve de la noche para irme a dormir y mañana despertarme sin tantos problemas! (Aunque a quién engaño, dormir siempre será mi actividad favorita).
*Hola. Soy Ana Rolón. Me gustan los cubos Rubik. Como mi apellido es una gran canción, a cada texto le sugeriré una rola –que yo considero grande– para acompañar (¡a ver si les gustan!).
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