Buenos días Argentina,
¿Cómo amaneciste hoy? Me cuentan que junto con tu brisa de primavera se respira mucha fe por tus calles. Seguramente la tapa del Clarín y La Nación de esta mañana te han devuelto esa enorme sonrisa que habías perdido los últimos años y que ni el futbol ni Bergoglio pudieron rescatar.
Respira hondo Argentina, no tengas miedo. No es una persona quien viene a redimir todo el daño que te han hecho, es tu gente quien por fin se unió en un grito de auxilio y decidió cambiar una vez más el rumbo de tu historia.
Aunque no lo creas, son esos mismos que te han ensordecido con cacerolazos y colapsado con paros nacionales, los que han llenado tus silencios con quejas y pesar, esos quienes han tenido y perdido tanto… Todos ellos hoy despiertan a un nuevo mañana, con la esperanza de que lo mejor esté por venir.
Y sí, me juego a decirte “todos”, incluyendo a los que querían que las cosas siguieran por el rumbo que iban y juran que esto es un error o a los que no movieron un solo dedo y se dedicaron a fungir como meros espectadores ateniéndose a cualquier resultado, esperando atacarlo desde la comodidad de su mediocridad y perpetuo inconformismo.
Me atrevo a generalizar por un simple y no tan sencillo hecho: esta mañana los argentinos han logrado contagiar su alegría al resto del continente y se han pronunciado como un ejemplo para naciones menos afortunadas que siguen oprimidas por gobiernos egocentristas; lograron demostrar que más allá de peronistas o radicales, hay una mayoría que persigue una democracia y que ayer se unió para dar un salto de fe en busca del cambio.
No sé si han llovido papelitos celestes y blancos por las calles, pero me cuentan de gritos de euforia en los balcones y de gente feliz festejando por el mañana que se avecina.
Mi querida patria, no los decepciones; no te decepciones.
Buenos días Argentina. ¡Despierta! Está por salir el sol.
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