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Papelitos celestes y blancos

by • 11 julio, 2014 • AUNQUE USTED NO LO LEA, TOP 5Comentarios desactivados en Papelitos celestes y blancos4015

 

Era 29 de Junio, no había pasado ni un lustro desde las Malvinas (que fue y no fue una guerra como la tenemos comercialmente concebida), se hablaba de toques de queda y de litros de leche que subían un 100% de un día para otro, pero yo no tengo registro de eso.

Por mis rumbos las cosas tampoco estaban bien, mis papás se estaban divorciando y Mamá y yo estábamos por emprender el vuelo a México. Ese invierno argentino, yo estaba sola con Papá, para no variar, la pasábamos brutal.

El frío nunca fue lo suficientemente poderoso como para detenernos en todos los Freddo y comer helado de dulce de leche a cucharaditas mientras mirábamos dibujitos. El invierno nunca impidió una sola ida al zoológico o al planetario de Palermo, ni a la Recoleta cuando él tomaba café y un tostado mientras me veía trepar árboles con mis primos.

Poca gente sabe que esa fue mi infancia, voy por la vida como una mexicana más por meras circunstancias. 27 años viviendo en el DF me han hecho una chilanga de corazón, pero la realidad es que yo nací un 11 de enero en la Clínica del Sol de Coronel Díaz y Juncal en Buenos Aires, Argentina (a donde mi Papá solía llevarme para sacarme una foto en la puerta para hacer un comparativo, que nunca logró, de cómo iba creciendo).

Hoy en Argentina me quedan grandes amores de mi vida, empezando por mi amada hermana, mis sobrinos, mi cuñado, mis tíos, mis primos, mis entrañables amigos de toda la vida…

Soy una persona muy desubicada y suelo perderme, pero mi brújula está y siempre estará en el sur.

Probablemente la memoria me falle, pero mi versión de las cosas es que ese día estábamos en casa de un amigo de mi Papá. Los chicos no entendíamos mucho pero corríamos por todos lados, tratábamos de distraer, de llamar la atención, pero no era suficiente.

De pronto, del silencio nacieron gritos de alegría, todos nos abrazábamos y corríamos al balcón a ver lo que estaba pasando. “Esto es un país de fiesta” me dijo mi Papá mientras me cargaba y veíamos millones de papelitos celestes y blancos flotar por toda la ciudad.

Argentina era campeón del mundo en México 86.

El futbol no es más que un juego de pelota, pero hace a los países felices. Eso fue lo que me enseñó mi Papá sobre los mundiales a mis 5 años. Tengo fe en que la vida nos puede regalar otra alegría así, a mi Argentina realmente le vendría bien un momento en el que todos se unan para festejar en grande y dejen a un lado los problemas que han venido arrastrando últimamente.

Muero de ganas porque mis sobrinos vean esos papelitos celestes y blancos caer y crezcan sabiendo que la victoria, es solo el antecedente de un momento entrañable e inolvidable de inmensa felicidad en el que toda tristeza se olvida.

Con todo mi corazón, espero que la historia se repita este domingo. Mientras tanto, se me pianta un lagrimón tan solo de pensar en la posibilidad de que eso pase.

¡Vamo’ Argentina carajo!

 

 

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