Mi casa tiene 2 recámaras. La más grande y bonita es la que he bautizado como “Master Suite” por tener baño propio, clóset grande, tele, cable, Apple TV y ventilador o calentador dependiendo de la temporada.
A mí difícilmente me sacan de mi Suite. Ahí leo, escribo, veo tele, desayuno, y “opero” cuando hago home office. Vamos, mi master suite es la habitación que siempre soñé tener y que a los 29 años pude por fin lograr.
La otra recámara es un híbrido que algún tiempo fue bautizado como “Bagdad” porque era el típico cuarto de guerra sin forma, por varios meses fue habitado por la cama que tenía en casa de mi mamá, cajas y maletas, poco a poco fue tomando personalidad (la cual fue declarada como múltiple). Ex-Badgdad ahora es el estudio de mi Viejo, el cuarto de visitas, el gimnasio (porque ahí vive nuestra caminadora), y próximamente la biblioteca.
Si tu llegas a mi casa y te dan a elegir en dónde quieres dormir, tu primera opción va a ser SIEMPRE la Master Suite. ¡Sin duda! Pese a que Ex-Bagdad tiene a la mejor cama del condado (es en serio, esa cama fue adquirida en una venta de liquidación de colchones del proveedor de los hoteles Sheraton), es complicado dormir ahí porque todo se te viene encima e inevitablemente tropiezas con algo si quieres ir al baño; si no son los cables o tornamesas, es la caminadora o el librero.
El día de ayer fui humillantemente desalojada de mi Master Suite gracias a un mosco.
Así es… Ese maldito bicho llevaba rondándome desde la noche anterior y ni el potente Raidolito (que quiero hacer énfasis en que soy enemiga de estos químicos y que cuando los uso es solamente en un caso de desesperación), pudo con él. Era la madrugada y yo dormía plácidamente hasta que sentí en la oreja el desesperante ttzzzz-tzzzzz
Ahí empezó el ballet… Yo buscando cual CSI al maldito mosco por todo el cuarto mientras que mi viejo lo amenazaba con una revista para darle fin a este suplicio, lo cual, obviamente tuvo como consecuencia una muy mala noche para los dos.
Estuvimos muy cerca, de hecho pensamos que habíamos aniquilado al mosco porque uno de los 200 revistazos le dio muy cerca y lo perdimos de vista por un buen rato.
Saldo: 5 piquetes en manos y brazos.
Ayer estábamos viendo tele con la firme convicción de que el mosco era parte del pasado y que ya se había mudado de ubicación… De pronto, una sombra sutil pasó por el foco de la lámpara… ¡Era él! Mi viejo dice que no puede ser el mismo, pero yo estoy segura de que sí, reconozco bien a ese malnacido.
Es tan maquiavélico, que esperó a que nos acostáramos otra vez para volver a hacer su triunfal aparición, sin embargo, logró camuflajearse a la perfección porque nunca más lo volvimos a ver.
Yo sabía que se iba a manifestar en el momento en que lograra conciliar el sueño de nuevo, lo sabía… Estaba viendo tele pero en realidad, solo estaba atenta de verlo pasar en algún momento.
Nunca pasó, pero el terror psicológico pensando que otra vez me iba a despertar y devorar fue más fuerte que yo. Por eso a la 1 de la mañana, mi viejo y yo emprendimos la mudanza a ex-Bagdad, en donde pasamos una noche muy mas o menos, pero eso sí, libre de tzzz-tzzzz.
Llevamos dos noches sin dormir gracias a los malditos moscos, pido al Dios de los insectos que por favor se los lleve, o de menos, que los enmudezca. Hoy llegará una nueva noche y con ella, esperaremos un sueño profundo.
En la batalla de los mosquitos contra los humanos, en mi pequeña familia, los mosquitos van ganando 2 – 0.
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